En estos días en que los niños han empezado el colegio me ha venido a la memoria mi primer día de colegio después de muchos años sin pisar una escuela.
Mi currículo académico se resumía en aprobar la antigua EGB y el primer grado de Formación Profesional en el ramo de Administración, me convertí en lo que se llamaba auxiliar administrativa.
Para los que no han vivido esa época los que acabábamos la Educación General Básica teníamos tres opciones: una empezar a trabajar, opción que tomaron mis dos hermanos mayores; dos entrar en BUP para poder abrirte camino hacia la Universidad, opción que en mi casa no se tomó en cuenta…y tres alargar los estudios un par de años más en el cual casi todas las chicas optábamos hacia la administración y los chicos a la electrónica.
De esta manera con quince años y mi titulo bajo el brazo me retiré de la vida estudiantil para incorporarme a la vida laboral, pero siempre me había quedado las ganas de estudiar algo más.
Algo que se materializó…veinticuatro años más tarde.
Un día leyendo La Vanguardia vi un anuncio de una academia que se ofrecía para preparar la selectividad para mayores de veinticinco años, y que se podía hacer en intensivo los sábados por la mañana.
Y como no hay nada mejor/peor que me entre una idea en la cabeza, esta empezó a tomar cuerpo y aunque me sabía sin entrenamiento, un negocio propio y tres niños en casa me lancé de cabeza.
Quería probarme, quería saber si era capaz de llegar a este famoso examen que atormentaba a tantos estudiantes en junio.
Y sin consultar ni comentar nada a nadie, a la academia me acerqué.
Cuando su director me enunció las asignaturas a estudiar en vez de encogerme me hinché de alegría, ilusa de mí.
El caso es que recuerdo como fuese ayer que asistí el primer sábado y llegué a casa con un montón de deberes. Me senté en la mesa del comedor, esparcí los libros y libretas en la mesa y toda emocionada llamé a mis hijos.
- ¡Mirad cuántos deberes tengo! exclamé con una sonrisa de oreja a oreja.
Evidentemente me miraron, miraron la mesa y sin decir palabra se retiraron a hacer algo más interesante.
Entendí perfectamente la diferencia entre hacer algo por obligación o por devoción, el caso es que la fe mueve montañas y yo tenía mucha en mí.
en cierta medida debería ser así..hacerlo porque queremos.... pero la historia está montada de otra forma y hay que estudiar y decidir el futuro a una edad complicada en la que sólo quieres salir, conocer gente... en fin.. la edad..
ResponderEliminarpor cierto... cuándo fue esto? quiero decir, ya te presentaste???
besos
Qué maravilla!!Me parece muy valiente por tu parte, yo me he planteado opositar alguna q otra vez y solo de pensar en volver a estudiar...se me quitan las ganas
ResponderEliminarDina
Con devoción se llega a todas partes.
ResponderEliminarSeguro.
Besos.
Sin dudas, Querida Susana! Fijate, mi hijo, que cursa segundo año en la Facultad de Derecho, tiene una compañera de 85 años! Es la más entusiasta, la más alegre y estudiosa. También la más generosa.
ResponderEliminar¿Qué nos dice con su actitud? Mucho y entre lo mucho, nos invita a preguntarnos siempre ¿qué nos gustaría aprender? No hay edad para el placer de esos deberes y la ilusión de concretar nuevos proyectos!
Precioso Post guapa! Un fuerte Abrazo!
Hola Maba, tienes razón cuándo por fin entras en la universidad llevas toda una vida en alguna institución aprendiendo, ya no digamos nada si has pasado por la guardería; como para sentir entusiasmo!
ResponderEliminarDe eso hace unos años, y pude pasar el examen y entrar en la Universidad.
Pero esto ya es otra historia ;)
Hola Dina, entonces ni te acerques a los libros :) según me dicen no hay nada más tocho que unas opos con el tema de la Constitución y demás...
Hola Toro, lo aprendí bien pronto...con ganas o devoción se llega a casi todas partes.
Hola Susana, yo quiero ser esta viejecita!!!! El día que ya no tenga ganas de aprender...empezaré a morir.
Besos.