Como va siendo costumbre en los últimos veranos, nos hemos vuelto a escapar al norte...esta vez en la rural Gales.
Unos días para pasear, visitar y comer según rigen las costumbres locales, una orgía de desayunos y cenas; por suerte el almuerzo lo evitábamos y lo sustituyamos por el té de la tarde.
El turismo es en su mayoría autóctono, así que no nos encontramos con aglomeraciones en ningún momento, la amabilidad es una característica que espero no pierdan nunca.
Nuestra base de partida fue Caernarfon, la antigua capital del reino cuando Gales no pertenecía a Gran Bretaña, esta villa tiene uno de los castillos más emblemáticos ya que en él se nombra a todos los príncipes de Gales y por lo tanto futuros reyes.
Vale la pena visitarlo así como el pub The Black Boy Inn, nos hicimos clientes habituales para las cenas.
Llandudno es la ciudad de veraneo por excelencia, con un paseo marítimo espectacular.
En el parque natural de Snowdonia realizamos dos excursiones: la primera en un soleado día recorrimos el perimetro del lago Llyn Peris situado en la población de Llanberis y
en el segundo nuestra intención era subir hasta el monte Snowdon con el ferrocarril y bajar andando, pero la climatología nos lo impidió; así que sólo pudimos subir un tramo.
A partir de ese día ya no vimos más el sol: lluvia 4 / sol 2.
Otra población que visitamos, muy curiosa, fue Portmeirion, que no es más que la obra de un arquitecto que compró estos terrenos y construyó un pueblo de clara inspiración mediterránea, dedicó 50 años de su vida a este proyecto y de ahí nos dirigimos a Porthmadog para tomar el té y su famoso Bara Brith, pan galés muy bueno.
Conwy nos encantó, pudimos recorrer su muralla casi intacta y su castillo en buen estado de conservación, pasear por sus calles medievales fue un placer.
Visitar Beddgelert, la isla de Anglesey formó parte también del pequeño recorrido que realizamos
y de vuelta al aeropuerto de Liverpool una pequeña parada a la ciudad de Chester tan diferente, tan inglesa.
Unos días para pasear, visitar y comer según rigen las costumbres locales, una orgía de desayunos y cenas; por suerte el almuerzo lo evitábamos y lo sustituyamos por el té de la tarde.
El turismo es en su mayoría autóctono, así que no nos encontramos con aglomeraciones en ningún momento, la amabilidad es una característica que espero no pierdan nunca.
Nuestra base de partida fue Caernarfon, la antigua capital del reino cuando Gales no pertenecía a Gran Bretaña, esta villa tiene uno de los castillos más emblemáticos ya que en él se nombra a todos los príncipes de Gales y por lo tanto futuros reyes.
Vale la pena visitarlo así como el pub The Black Boy Inn, nos hicimos clientes habituales para las cenas.
Llandudno es la ciudad de veraneo por excelencia, con un paseo marítimo espectacular.
En el parque natural de Snowdonia realizamos dos excursiones: la primera en un soleado día recorrimos el perimetro del lago Llyn Peris situado en la población de Llanberis y
en el segundo nuestra intención era subir hasta el monte Snowdon con el ferrocarril y bajar andando, pero la climatología nos lo impidió; así que sólo pudimos subir un tramo.
A partir de ese día ya no vimos más el sol: lluvia 4 / sol 2.
Otra población que visitamos, muy curiosa, fue Portmeirion, que no es más que la obra de un arquitecto que compró estos terrenos y construyó un pueblo de clara inspiración mediterránea, dedicó 50 años de su vida a este proyecto y de ahí nos dirigimos a Porthmadog para tomar el té y su famoso Bara Brith, pan galés muy bueno.
Conwy nos encantó, pudimos recorrer su muralla casi intacta y su castillo en buen estado de conservación, pasear por sus calles medievales fue un placer.
Visitar Beddgelert, la isla de Anglesey formó parte también del pequeño recorrido que realizamos
y de vuelta al aeropuerto de Liverpool una pequeña parada a la ciudad de Chester tan diferente, tan inglesa.
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